En El Poder de la Fuerza II volvemos a encarnar a Starkiller, el héroe de la primera entrega. Como ya adelantamos en los diferentes avances que hemos ido publicando sobre el videojuego, en la primera parte había dos finales y en la secuela se opta por uno de ellos para seguir la historia; aunque no describiremos en qué consistía ninguno de los dos para evitar innecesarios spoilers.
La narrativa del videojuego vuelve a estar apoyada por un buen puñado de cinemáticas de extraordinaria factura, lo que vuelve a demostrar una vez más la espectacular inversión de su trabajo y los maravillosos valores de producción con los que su desarrollo ha contado en todos los sentidos. La historia del juego ya era el principal punto fuerte de la primera aventura, y vuelve a gozar de enorme preeminencia en la secuela aunque no resulta tan redonda.
Vuelve a haber diferentes finales en esta segunda parte, y uno de ellos enlaza directamente con los sucesos de la siguiente película de la que este videojuego llena el vacío, y esto es un punto a favor muy serio para los fans de la doble trilogía galáctica de la gran pantalla. Sin embargo por lo demás se trata de una misión de rescate principalmente, y no acaba de ser suficiente para crear los lazos de empatía con su protagonista o los de interés con la epopeya en la que está embarcado. El guión hace los deberes, sí, pero con la interesante premisa de su predecesor es una lástima que sus responsables no hayan aprovechado esas bases para repetir idénticas cotas de calidad en cuanto a la historia de su continuación.
A final de cuentas lo más entretenido es arrasar a los soldados imperiales con los poderes de la fuerza, ya sea haciéndoles volar en dirección contraria con sólo pulsar un botón o dirigiendo su trayectoria tirando del gatillo derecho y moviendo la palanca para lanzarlos hacia donde queramos. Es innegable que es divertido, pero es más divertido en el sentido de un niño que tortura a un puñado de hormigas sabiendo que no habrá resistencia alguna por su parte, que por la necesidad de plantar cara a un reto real.
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